Optimo México | De educación a cultura, prefiero más civilidad.
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De educación a cultura, prefiero más civilidad.

De educación a cultura, prefiero más civilidad.

De educación a cultura, prefiero más civilidad.

Estimados lectores, antes de empezar a compartirles por este medio algunas ideas quiero manifestar mi agradecimiento a Óptimo el haberme considerado para tomar el reto de esta sección destinada a temas de Educación y Cultura. Sin más preámbulo, me gustaría expresar el método que casi siempre utilizo para atacar un tema: el significado de las palabras. A esto me refiero, por dar un ejemplo, que a veces utilizamos las palabras sin saber su origen o su significado etimológico y la razón por la cual fueron creadas, ¿creadas?, sí, las palabras se crean para un propósito o por una razón. Ciertamente, cualquier lingüista puede sostener que una palabra existe en el diccionario porque tiene uso en un territorio y significado común denominador en sus interiores, a ese territorio se le llama país y sus interiores estados y poblaciones.

Si un gran porcentaje de los habitantes usa una palabra, ésta seguramente se añadirá al diccionario, pero no sin antes haber estudiado cuál es el significado común denominador entre todos los habitantes, es decir, no los usos y costumbres de una región, sino de todo el país. Y ahí es donde inicia mi disertación. ¿Cuántas veces no hemos escuchado, o incluso usado, la frase “…para mi significa…”? Quizá muchas, pero este tipo de frases refieren a lo que hay en mi mente y en mis conceptos, no en el de los demás, y curiosamente vivimos en comunidad, y como comunidad tenemos que hablar y usar un lenguaje común entre todos para entendernos, por ello es que debemos dejar atrás los significados personales y empezar a usar los significados acordados por la lengua, y eso solo si deseamos empezar a tener un mejor entorno.

Inicio con ejemplos sencillos, digamos que usted va manejando, y sorprende al conductor de enfrente arrojando una colilla de cigarro por la ventana, o quizá un vaso de unicel del que ya terminó su bebida, y lo arroja, evidentemente a la calle, lejos de criticar el acto como tal o antes de eso, en muchos casos se usarán expresiones como “qué falta de educación”, o “qué falta de cultura”, sin mencionar la cantidad de palabras antisonantes con las que podríamos calificar a dicha persona. ¿Será educación lo que le faltó a esta persona? ¿Será que le faltó Cultura? ¿No será, acaso, que falló la educación recibida y no la educación misma? ¿Será que la cultura en la que ésta persona se desenvuelve normalmente este acto es visto como correcto o ni siquiera es criticable? ¿Qué es lo que sucedió en su mente para determinar darle una orden al brazo y que éste, por medio de la mano, tomase el vaso o la colilla de cigarro y la arrojase por la ventana del auto? ¿Qué fue lo que pasó en esa mente que evaluó y determinó que no había problema alguno? Muchos de los lectores podrán expresar algunas aseveraciones como “no pensó nada”, “no le interesa pensarlo si acaso”, etc., pero antes de aventurarnos a que nos gane la emoción o sentimiento de lo que estamos ejemplificando, habrá que hacer la anotación de que el cerebro, como órgano, siempre está trabajando, incluso cuando dormimos, pero el cerebro es el órgano, es el instrumento del pensamiento, pero no es el acto de pensar, y pensar no significa razonar.

El pensamiento es la resolución dada a una idea, la cual se fue formando en nuestro cerebro por medio de toda la información obtenida por los únicos sensores que tenemos los seres humanos: los cinco sentidos. Con esto quiero decir, que establecer la premisa o argumento de que “no lo pensó” es errónea. Quizá no hizo conciencia inmediata de su resolución mental que terminó en un acto de contaminación al planeta y en particular a mi entorno común con él o ella, pero de que pensó, pensó. Entonces, establezcamos lo siguiente, pensar viene del latín “pendere” que significa “colgar”, éste vocablo se usaba por los antiguos para poder decidir qué objeto pesaba más y así poder escoger. Con el tiempo se derivó la palabra “pensar” puesto que de una serie de ideas se escoge una idea como resolución del acto de pensar para así hacerla mía y, en su caso, llevarla a cabo o defenderla; aunque eso no signifique que esté bien o mal, y menos socialmente hablando.  Ahora bien, razonar es la ejecución verbal de “razonamiento” que tiene dos raíces latinas, “rationis” que significa “proporción” u “orden” y “-mento” que significa “acción”, es decir, “la acción de ordenar”, ¿qué?, en el caso de pensar, es ordenar las ideas para así poder escoger la que mejor nos plazca o se adecúe a mi realidad, no a mi momento o necesidad, sino a mi realidad, lo cual implica mi entorno, al planeta y por ende a las demás personas. Una herramienta que nos heredaron los griegos para realizar el acto de razonar y poder pensar mejor, es la lógica, la cual hoy en día es igualmente usada a conveniencia personal y no al bien común. Entonces, recibir educación no implica que el educando será una mejor persona con su entorno o su planeta, solo implica que se le ha dado la información y que ha aprobado los exámenes donde valida poseerla, que la use en beneficio propio solamente es otra cosa.

Que una persona crezca en un ambiente hostil establece un parámetro de cultura familiar, como hay cultura deportiva, cultura mexicana, cultura escolar, etc., tampoco ella garantiza que todos los individuos inmersos en todas las culturas mencionadas se preocuparán por tener un espacio limpio para todos, quizá en lo individual sí, pero no lo garantiza para todos. Esto explica por qué tenemos gente que se queja de que unos fuman en la terraza sin considerar que el aire es de todos y nos contaminan, pero cuando van al supermercado dejan el carrito del super atrás del vehículo adjunto o se estacionan en doble fila parando el tránsito, porque “van aquí rapidito”. La educación fue recibida, y la cultura es individual o grupal, dependiendo. La forma en que evaluamos los actos de las personas y nuestros, no tienen nada que ver con la educación recibida o la cultura. Hay mucha gente en Europa o en Japón que ni siquiera sabe donde está México, y creemos que su educación es mejor que la nuestra o que su cultura es superior, totalmente erróneo. La única cosa que esos países procuran desde muy chiquitos en sus habitantes es la CIVILIDAD. Ésta viene de “civis” que significa “ciudad” y “-dad” que significa “cualidad”, por ende significa “la cualidad o características de los que viven en la ciudad” y eso es lo que hace característico a un alemán con su “necesidad” de cumplir las reglas, o a un inglés de ser puntual en todo, o a un japonés de no ser imprudente, sus característica civiles. ¿Y quienes viven en la ciudad? Los ciudadanos, por lo tanto, y concluyendo, nuestra educación no está mal, sabemos desde niños por mucho más que los niños de otros países, nuestra cultura no es un problema, nuestra cultura es rica y colorida. Es nuestra falta de consideración del prójimo, otro ciudadano, que seguramente, en algún momento usará la misma silla que yo del autobús, o del taxi, otro ciudadano que cargará la bolsa de basura para echarla al camión de basura, porque vivimos en una comunidad llamada ciudad.

Saber que si he encontrado un objeto en el piso, por ejemplo, lo levanto y le pregunto a los que están alrededor si de ellos. Yo recuerdo una vez en la Ciudad de México, la más grande del mundo en aquél entonces, alrededor de 30 millones de habitantes, fui a un cajero automático, y dejé mi pasaporte en la parte superior del cajero para liberar mis manos, tenía que sacar pesos para cambiarlos al día siguiente en el aeropuerto y quería estar seguro de llevarlos conmigo. Saco el dinero, lo guardo en mi cartera y me retiro, olvido el pasaporte en la parte superior del cajero. Llego a mi departamento, ceno, veo un poco de televisión, hago maletas, preparo papeles y me doy cuenta que no tengo el pasaporte, hago memoria y concluyo que lo dejé en el cajero. Llego al cajero y no está. Claro, pensé, lo han robado. Me siento en la banqueta pensando cómo voy a explicar en mi trabajo que no podía viajar. Sorprendentemente, y siendo las 23:00 horas, llega un señor con un joven al cual venía regañando y dándole coscorrones, diciendo “¿Dónde estaba?”, el joven señala la parte superior del cajero automático, y dijo el señor, asumo que era su padre, “pues aquí vamos a esperar hasta que alguien venga a preguntar, un documento así no se debe perder”, inmediatamente me acerqué y efectivamente, traían mi pasaporte. La civilidad del padre fue la que ganó ese día. Es cuanto.

Luis Lúcia

LUXIA – Capacitación y Consultoría.

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